DAMNATIO MEMORIAE



Entre otras muchas cosas, el proyecto de Ley de la Memoria Histórica, que aún debe ser aprobado y por tanto es susceptible de ser modificado, recoge en su artículo nº 17 lo siguiente:

Artículo 17. Símbolos y monumentos públicos. Los órganos que tengan atribuida la titularidad o conservación de los monumentos, edificios y lugares de titularidad estatal, tomarán las medidas oportunas para la retirada de los escudos, insignias, placas y otras menciones conmemorativas de la Guerra Civil, existentes en los mismos, cuando exalten a uno sólo de los bandos enfrentados en ella o se identifiquen con el régimen instaurado en España a su término. Lo previsto en el párrafo anterior no será de aplicación cuando concurran razones artísticas, arquitectónicas u otras de interés general que lo hagan improcedente. En estos casos, podrá considerarse, de acuerdo con las circunstancias, la forma de dar testimonio de homenaje y recuerdo a todas las víctimas de la Guerra Civil.

El interés y debate que ha suscitado nos ha llevado a colgar esta entrada.

Es esta una práctica tan antigua como la humanidad, consistente en borrar la memoria pública de quien hubiese sido considerado enemigo del Estado, generalmente promovida por sus sucesores en el poder. El caso más famoso de la antigüedad quizá sea el del faraón Akenatón, que incluso tuvo la "osadía" de cambiar la religión del estado egipcio para adorar a un único dios, Atón. Ejerció la damnatio sobre la antigua religión de Amón, se borró literal y sistemáticamente su nombre de todas las inscripciones y documentos que no se podían destruir y se destruyó todo lo que era susceptible de serlo, o al menos se intentó. A su muerte, aunque no inmediatamente, la historia se repetió.
Pero los casos más famosos proceden de la antigua Roma, que institucionalizó y legisló esta práctica dándole el nombre por el que hoy la conocemos. Una gran cantidad de personajes fueron condenados por una ley que no sólo borraba sus nombres y hechos, podía incluso confiscar sus bienes y prohibir a sus familiares usar el nombre familiar, que no debía volver a ser mencionado. Pero también existen casos documentados de personajes "rehabilitados" y así han llegado hasta nosotros inscripciones con un nombre sobreescrito sobre una previa "cancelación".
Es evidente que ante la eficacia de una damnatio no deberíamos saber nada acerca de un personaje determinado, pero eso no es tan fácil en los casos de algunos emperadores como Nerón o Diocleciano, por citar algún ejemplo. Sin embargo, la larga tradición de su aplicación explica algunos de los vacíos que sufrimos en el conocimiento de nuestra historia.
Nuestra futura Ley nos ha recordado que esta práctica nunca ha llegado a desaparecer, aunque en este caso se apela en el Objeto de la Ley a la intención de suprimir elementos de división entre los ciudadanos, todo ello con el fin de fomentar la cohesión y solidaridad entre las diversas generaciones de españoles en torno a los principios, valores y libertades constitucionales.
Para los que pretenden hacernos creer que hacer desaparecer esos símbolos es hacer desaparecer nuestra Historia, tenemos dos argumentos poderosos en contra:
- Si ni siquiera en la antigüedad, de la que poseemos mucha menos información, fue posible, a día de hoy, con la ingente cantidad de información y documentación acumulada sobre este período sería imposible. Pero sobre todo, esta Ley nos garantiza el registro de todos los hechos y actuaciones que su aplicación genere.
- Aún hay una generación de españoles a los que lo único que les queda es lo que esta Ley les ofrece: la posibilidad de sentirse moralmente compensados y reconocidos, para poder vivir y morir en paz, sin que se generen más rencores ni odios, para poder olvidar; que alguien les reconozca su contribución a la paz de la que hoy disfrutamos, esperando tantos años hasta la consolidación de la Democracia para cerrar sus heridas. Por mi parte, gracias a todos.

Para ilustrar este método en la antigüedad, os dejo un par de fotos con un cartucho egipcio y una epigrafía latina, obtenidos, como no, a través de google. Internet preservará nuestra memoria. Saludos.


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